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sábado, 13 de septiembre de 2008

Sedúcete para Seducir "Vivir y Educar las emociones" Eva Bach y Pere Darder


AL MAL TIEMPO, MALA CARA

 Hay que considerar las emociones como estados internos y externos al mismo tiempo, ya que uno de los mayores problemas es la disonancia entre el estado emocional interno y externo, entre lo que se siente y lo que se aparenta sentir o se deja translucir.

 Desde el punto de vista de la salud, las emociones son biológicamente adaptativas si se atienden en el momento que se producen y se expresan de la manera que les es propia. Para que la función adaptativa pueda tener lugar, hay que permitirse pasar por el proceso de aceptar, comprender y reorganizar la experiencia emocional, la cual no podemos completar sin la comprensión del otro, su interpelación, confirmación y punto de referencia externo que representa. El acercamiento al otro es origen y final en la construcción de la identidad personal.

 La congruencia entre la dimensión biológico – interna y social – externa es determinante para establecer unas relaciones interpersonales fundadas en la autenticidad y la integridad. En esta doble dimensión se dan emociones dirigidas a uno mismo (para descubrir quienes somos y para poder relacionarnos con los demás desde la honestidad) y emociones dirigidas a los demás (interacción social humana). En las primeras existe la vivencia y el conocimiento de las propias emociones, que conducen a la autoestima, a la regulación emocional y a la capacidad de automotivarse. Las segundas hacen referencia a la comprensión de las emociones de los demás, a la empatía, a las habilidades sociales y a las vivencias éticas, que nos permiten establecer vínculos emocionales enriquecedores. El otro al igual que actúa de estímulo, de apoyo, etc. a veces también ejerce de obstáculo.

 Decidirse a conocer y regular las emociones exige arriesgarse en la relación con los demás. A partir de ésta emergerá el desarrollo personal mutuo y la satisfacción vital compartida.

 CONDUCTISTAS, COGNITIVOS Y HUMANISTAS

 Para que se produzca una síntesis integradora entre emoción, pensamiento y acción, nos hace falta que la persona se ponga en contacto con lo que es y con lo que siente, y descubra lo que querría ser; que inicie un proceso continuo y permanente de construcción individual y colectiva; y que ejercite y asuma unos hábitos de comportamiento que lo lleven hacia una acción coherente, eficaz y comprometida.

El cognitivismo estudia los procesos de producción y procesamiento de la información consciente, pero se desentiende de los contenidos inconscientes subyacentes que los pueden conformar, distorsionar o interceptar. No contempla algunos de los componentes que integran los esquemas emocionales.

 La tradición humanista contempla las emociones como factor de reencuentro personal y de crecimiento humano, pero a esta dimensión de reencuentro personal conviene añadirle la de reencuentro con el otro que es la base del conocimiento de uno mismo y de la madurez emocional.

 TODAS LAS EMOCIONES SON NECESARIAS

La distinción que se hace entre emociones positivas y emociones negativas no significa que unas sean buenas y otras malas, sino que unas coinciden con nuestros objetivos y otras no.

 En lo que se refiere a su potencial constructivo y adaptativo, no hay distinción entre positivas y negativas. Las dos pueden ser positivas en ese sentido, por ello es preferible hablar de vivencia o integración positiva o negativa, adaptativa o desadaptativa de las emociones. Las emociones serán positivas o negativas en función lo que hagamos con ellas, de hecho todas las emociones pueden ser positivas si sabemos aprovechar las vivencias que se derivan de ellas; además todas las emociones son necesarias.

 No se pueden ni evitar ni prevenir las denominadas emociones negativas, lo que si se puede conseguir es minimizar sus efectos perjudiciales con entrenamiento. El mejor remedio para estas emociones es admitirlas y escuchar lo que nos están diciendo, para aprovechar su potencial y salir de ellas con competencia emocional más amplia y consistente, de esta manera podremos acompañar las del otro, así como desarrollar la empatía y la conciencia social.

 YO SOY ASÍ

 Esta es una frase que puede ser afortunada o no dependiendo del tono en el que se diga y del mensaje implícito que conlleve.

Se pronuncia desde el paradigma de la independencia, surge después de haber estado años acatando las normas que vienen desde fuera, es entonces cuando se produce la rebelión de los yoes. El problema reside en que las personas se queden en esta fase, entonces es negativo por que puede significar que nos resignamos a ser como somos, es decir, ya no hay posibilidad de cambio, de evolución; o porque puede querer decir que el otro nos tiene que aguantar tanto si le gusta como somos, como si no, de esta manera se representa una falta de consideración hacia uno mismo y hacia los demás.

 Yo soy así puede sonar bien cuando se dice en un tono de humor o de humildad que indica la aceptación de lo que se es y la reconciliación con uno mismo. Es importante establecer distinción entre el modo de ser y el modo de comportamiento. Actuar de una determinada manera en un momento puntual no significa que una persona sea siempre así.

¡QUÉ MIEDO!

 En el momento de conocer nuestras emociones el obstáculo con el que nos podemos encontrar es el miedo.

 El miedo la primera resistencia que se encuentra la educación de las emociones, es la resistencia al cambio. Para educarnos y reeducarnos emocionalmente, tenemos que estar dispuestos a cuestionarnos cosas cada día, a tener que realizar cambios de rumbo, etc.

 El miedo al dolor puede bloquear las emociones y en consecuencia las acciones, este bloqueo puede llegar a ser más perjudicial que el dolor del que se intenta huir. El miedo es la emoción básica que nos rige y domina, la qué a veces nos la permitimos y cierra el paso a otras emociones. Nos da miedo descubrir nuestra necesidad del otro. Por miedo a nuestra parte biológica e instintiva, hemos cultivado solo nuestra parte racional.

 Las emociones no son un peligro, son un potencial por desplegar, son indicadores, informaciones, recursos, oportunidades... y además son inevitables. 




viernes, 5 de septiembre de 2008

La escuela saca suspenso en emociones


El pequeño Darío (11 años, sexto de primaria en un colegio público de Madrid) no atiende en clase de lengua porque se aburre y se dedica a interrumpir y a molestar a sus compañeros. La profesora, tensa porque el curso se agota y apenas ha cumplido la mitad del temario impuesto por Educación, pierde los nervios, grita y castiga al alumno a salir al pasillo. Al día siguiente, la escena se repite. Y también la semana siguiente, y la otra, y la otra, y así hasta entrar en una espiral perversa que a ella la sitúa al límite de su resistencia y al chico lo va hundiendo en un pozo del que no sabe cómo salir y que le genera rechazo a acudir cada día a ese lugar desagradable llamado colegio.

Un escolar muy similar a Darío, pero esta vez sentado en una de las aulas del centro público María Sanz de Sautuola, en Santander, sabe que cuando acabe la clase que ha alborotado debe bajar al despacho del jefe de estudios y colorear en un cuadro que le representa una parte figurada de sí mismo. En rojo, si su comportamiento ha sido malo; verde si ha atendido y ha sido amable con sus compañeros y profesores, y amarillo si se ha portado regular.

Cuando acuda a clase al día siguiente contará en una pequeña asamblea qué hizo mal, por qué lo hizo y cómo cree él o sus compañeros que puede mejorar. Pedirá disculpas, o se autoimpondrá alguna tarea en beneficio de los demás, y a cambio no se permitirá que ningún niño le insulte o menosprecie por su comportamiento y a ningún docente se le ocurrirá colgarle la etiqueta de "caso perdido". Los profesores de este colegio, pioneros en España en la aplicación de técnicas de inteligencia emocional en la escuela pública -algunos centros privados hace ya tiempo que las aplican- saben por experiencia que prácticamente ningún niño es un caso perdido. Todo depende de cómo se le enseñe a reaccionar ante el conflicto.

¿Es la inteligencia emocional, como aseguran los profesores que la utilizan, una herramienta eficaz para pacificar el ambiente escolar y contribuir a formar mejores personas? ¿O se trata de una moda pasajera, algo ingenua, que no tiene en cuenta que una cosa es la teoría y otra muy distinta vérselas cada día con un grupo defieras que sólo piensan en divertirse y se niegan a esforzarse? ¿Acaso no hemos aprendido a base de castigos y el que vale, vale, y el que no, al 30% de fracaso escolar que sitúa a España en el furgón de cola educativo de la UE? A muy pocos días de la inauguración del curso escolar 2008-2009, el debate sigue en pie.

La inteligencia emocional, impulsada por las teorías del aprendizaje del psicólogo Karl Rogers y popularizada por el escritor Daniel Golemán a mediados de los noventa, consiste en desarrollar la capacidad de sentir; entender las causas de este sentimiento; controlarlo y modificarlo. Para ello existen técnicas. El Instituto Español de Inteligencia Emocional de Madrid es uno de los que las enseña, especialmente a los profesores. Su instructora, Ana Bayón, explica cómo: "Primero se pone nombre al sentimiento: furia, cólera, rabia, miedo, frustración... para saber a que nos enfrentamos. Una vez identificado, sabemos qué hacer".

Estos seminarios reúnen a los docentes en grupos pequeños y cada profesor verbaliza lo que le preocupa. Los demás escuchan. El que habla observa de lo que tanto le preocupa le ocurre a otros profesores, que han salido ya del atolladero. "Toman conciencia de que no están solos y de que el problema tiene solución", comenta Ana Bayón.

En España, aunque el sistema educativo no concede importancia a la educación emocional -"parece ser no forma parte de nuestra cultura", comentó a este periódico un ex alto cargo de Educación- cada día son más los docentes y pedagogos que son conscientes de su utilidad y tratan de aplicarla, a veces más por intuición que por técnica, en sus lugares de trabajo. Otros la rechazan porque entienden que para la solución de conflictos internos ya están los psiquiatras y los psicólogos. Este rechazo suele manifestarse en la negativa a participar en los tímidos planes de formación en "gestión humana" que de vez en cuando la Administración intenta con los profesores de secundaria. Una facultad de la Universidad Complutense de Madrid ha declinado participar en uno de estos cursos alegando que su misión consiste en formar profesores que dominen la materia que van a impartir en el instituto, y que lo demás no es de su incumbencia. Pero, a pesar de todo, la educación emocional se abre paso con más fuerza, y ya se cuentan por miles los profesores -mayoritariamente del sector privado y de los niveles de infantil y secundaria- que asisten a los cursos y aplican lo que han aprendido con sus alumnos.

En la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE) albergan pocas dudas sobre la utilidad de la inteligencia emocional. José Ignacio Peña y Beatriz Arroyo, del departamento pedagógico-pastoral de la patronal de los colegios católicos, aseguran que comenzaron con unos pocos seminarios, hace dos años, y ahora no dan abasto. "Se ha corrido la voz y cada vez nos piden cursos, tanto para profesores como para directores de centro, porque quienes han participado saben ya que todos, profesores y alumnos, salimos ganando", asegura Peña. Para este experto, "resulta desolador" comprobar la poca importancia que nuestra cultura concede a las emociones y eso nos lleva, según él, a olvidar el papel fundamental de la escuela: "Educar no es sólo transmitir conocimientos. Ése es el segundo objetivo. El primero es formar personas".

Ese concepto lo ha aprendido bien Miguel Ángel Terreros, un profesor de Infantil de un colegio católico. "Cuesta salir de la inercia de juzgar, etiquetar... Pero cuando lo haces, los resultados son espectaculares. Los niños te devuelven multiplicados lo que les das. Si ofreces un abrazo, te devuelven diez. Pero hay que saber dar ese paso; hay que saber abrazarles incluso cuando se portan mal".

¿Es así de sencillo? Eduardo Larriera, asesor en inteligencia emocional de la patronal de la enseñanza privada Acade, sonríe al responder que sí. Aunque discrepa en que se trate de una tarea fácil. De hecho, muchos la rechazan. "Me producen un cierto pánico los profesores que piden más disciplina y más mano dura, porque aún no se han dado cuenta de esa vía está equivocada. Y lo peor es que esos docentes nunca aceptarían asistir a un curso de inteligencia emocional, cuando en realidad son quienes más la necesitan", reflexiona.

No todo son sinsabores. Larriera acaba de recibir un correo de una profesora de secundaria que asistió el pasado mayo a uno de sus cursos. "Un alumno se sentaba con el trasero al borde de la silla y las piernas despatarradas en mi clase de matemáticas, y así estaba hasta terminar. Mi reacción era gritarle: '¡Siéntate bien. Pon la espalda recta!'. Nunca hizo caso". Tras el seminario, esta profesora decidió dedicar diez minutos de la clase a mostrar a sus alumnos una lámina con un esqueleto humano, detallarles la función de sostén de la columna vertebral y recomendar la conveniencia de cuidarla. "Al día siguiente, el chico seguía con sus malos hábitos. En lugar de enfadarme, le dije: '¿Recuerdas lo que hablamos ayer?". El adolescente contestó con un bufido, pero se enderezó. Y cada día aguantó más tiempo bien sentado. Ella le transmite su sorpresa al instructor: "Funciona".

En el colegio cántabro Ana Sanz de Sautuola lo descubrieron hace seis años, al afrontar una situación de emergencia. El alumnado, procedente en parte de familias desestructuradas, hacía difícil la convivencia. "Habíamos llegado al límite. Necesitábamos un plan de choque", recuerda Carlos Rodríguez, ahora director de este centro público. Cambiaron los castigos, gritos y nervios por la paciencia y el diálogo. Preguntaron a sus alumnos qué les pasaba. Los profesores se limitaron a escuchar. Después hablaron de soluciones. Desde entonces, y vistos los resultados, aplican las técnicas de inteligencia emocional en todos los cursos, desde infantil a sexto de Primaria. La demanda de matriculación, los resultados académicos y los premios recibidos parecen indicar que han optado por el camino correcto.

Las autoridades educativas, sin embargo, parecen mirar para otro lado. Pere Darder, presidente del Consejo Escolar de Cataluña, partidario de estas nuevas técnicas, se muestra cauteloso: "No pedimos un cambio, pedimos una revolución". Y esa revolución consiste en volver del revés el sistema y desterrar las secuelas de aquel inquietante axioma de la letra, con sangre entra. Con todo, Darder cree que el camino está iniciado y no tiene vuelta atrás.

Fuente: El País